
MIEDO A LA NADA, MIEDO A LA LIBERTAD.
El espejismo del ser esencial.
Eres un héroe, eres una víctima, eres un feliz padre de familia, tú eres, eres, eres. Todo fantasmas. Ninguno de ellos eres tú.
Si pones atención, si vives presente te darás cuenta que no eres ninguno de los personajes que representas en el gran teatro del mundo. No eres el padre educador, ni el profesor hábil, ni el luchador astuto, ni el esposo amante, ni el compañero fiel, ni el enemigo peligroso, ni el faro para navegantes: todos ellos son algunos de tus personajes, aquellos papeles que sucesivamente vas representando en la vida, en tu vida.
Tampoco eres tu ego, ninguno de tus egos. Cada uno de tus personajes tiene su ego. Unos son más fuertes y no necesitan alimento, otros son más débiles y te piden continuo refuerzo. Así puedes sentirte seguro como profesor, y no necesitar que nadie te alimente tu condición de buen profesor, pero, al mismo tiempo, puedes sentirte inseguro como heterosexual, y estar continuamente probándote a ti mismo que eres heterosexual.
Quién eres entonces? Si no eres tus personajes ni tus egos, qué te queda?
Nada, no te queda nada, no eres nada, eres la nada.
Descubrir que no eres nada impide que los personajes que usas te usen a ti, pues no tienen por donde agarrarte, nada a lo que apegarse. El apego es imposible, pues tú eres consciente de que no eres ninguno de ellos, no te identificas con ninguno, y por ello tus personajes no pueden aferrarse a ti, no pueden aferrarse a la nada. Desde tu consciencia de ser nada, de no ser, eres libre pues puedes usar tus personajes sin que ellos te usen y te vampiricen.
Eres la nada, la magnífica nada a la que ninguna determinación le llega, a la que ningún condicionamiento le afecta, a la que ningún límite se le puede imponer. Cómo imponer un condicionamiento a lo que no es nada? Cómo determinar lo que es en sí mismo indeterminado? Qué cárcel puede encerrar la nada, lo que no es?
Ser nada. Qué magnífico descubrimiento!, qué máximo logro!.
La nada conlleva no ser, y lo que no es no existe. Si no eres nada no existes (en el mundo capitalista es aún más fácil: si no tienes nada no existes). Pero la inexistencia es el terror más genuino del ego, de todos y cada uno de tus egos.
Como aclaración señalo que cuando hablo de tu ego, sin especificar a qué ego me refiero, si al de éste o aquél personaje que sucesivamente encarnas o representas, estoy hablando del ego del que tú tienes por tu personaje principal, que es ese al que gustas en llamar tu tú esencial, o tu esencia, o tu naturaleza.
Ese personaje con el que te identificas y su ego (que tú llamas tu ego) no son más que una estrategia que usas para evitar darte cuenta de que tu tú esencial es también uno de tus personajes.
Para el ego, para ese ego al que consideras tu ser esencial o tu personaje principal, no puedes no ser nada. El razonamiento del ego es simple: Si tú no eres tus personajes habrá un actor que los represente, un actor que se vista como uno u otro de esos personajes y represente el papel que le corresponde, no es posible que un personaje no tenga tras de sí un actor.
Es el miedo, el terror de tu ego a su desaparición el que exige un actor. Un actor esencial, que permanezca siempre igual a sí mismo, inmutable, inaccesible a los avatares del tiempo, inmortal, es decir, un tú esencial.
La filosofía occidental lleva siglos postulando la existencia de un tú esencial, una naturaleza de cada cosa, una esencia para todo y para cada cosa, para el mundo, para el árbol, para el ser humano, para ti. La esencia es lo que no cambia, lo que verdaderamente eres tú, tu verdadera naturaleza, lo que verdaderamente es cada cosa.
La primera formula de la filosofía occidental para eludir la angustia del ego es postular que la esencia no cambia, es inmutable y por ello inmortal, eterna, pues solo lo que cambia muere, la muerte es resultado del cambio permanente a lo que todo está sometido. Para eludir la muerte tienes que eludir el cambio. Tu miedo a la muerte y tu miedo al cambio son el haz y el envés de una misma hoja.
Cambio y muerte van de la mano. Inmutabilidad y eternidad son dos caras de una misma y sola moneda, las caras de la otra moneda que complementa a la moneda del cambio y la muerte. Sin muerte no hay vida, pues lo que no puede morir no está vivo (por eso no solemos atribuir vida a las piedras). Sin inmutabilidad, sin ausencia de cambio, no hay eternidad, no hay genuina permanencia.
Y aquí tienes el problema: si la esencia no cambia y el mundo de la experiencia está sujeto al cambio, el mundo de la experiencia es inesencial, la experiencia misma es inesencial, no es real, no es verdadera. La verdad, lo real es la esencia, lo eterno, lo inmutable.
Todo muy bonito y muy tranquilizador, pero esas esencias que han postulado como consuelo y negación de la muerte te impiden la vida, pues la vida es cambio.
Vivir es cambiar, cambiar continuamente, y cambiar es dejar de ser lo que eras para comenzar a ser otra cosa, algo diferente a lo que eras. Cambiar continuamente es estar continuamente dejando de ser, es estar no siendo, es caminar hacia ser otra cosa distinta a lo que eres, caminar hacia lo que todavía no eres, hacia lo que todavía no es, a lo que aún no existe, y que tal vez no exista nunca, es caminar hacia la nada sin detenerte.
Si tu verdadero ser es inmutable, si tu verdadero ser no cambia, no estás vivo.
La angustia que habías creído tirar de casa por la puerta se acaba de colar por la ventana. Al intentar eludir la muerte eludes también la vida, al intentar eludir tu inexistencia eludes también tu existencia, al intentar eludir la nada eludes los personajes (pues los personajes actúan, cambian, y tu naturaleza no cambia).
Si no hay personajes no hay experiencia, pues siempre que experimentas algo lo haces desde un personaje, la experiencia es siempre de alguien, de alguien que es alguien, que es algo, padre, indigente, hombre, española, policía, etc. Si no hay personajes no hay experiencia, y si no hay experiencia no hay vida.
Desde esa esencia inmutable en la que quieres creer la muerte no es ahora algo a lo que llegarás, sino aquello que siempre fuiste, nunca estuviste realmente vivo.
Postular un tú esencial, una naturaleza del individuo es efecto de tu miedo a no ser nada, es hijo de tu terror a ser lo que realmente eres: nada.
O es el terror a ser lo que realmente estás llegando a ser, lo que estás cada vez siendo más y más en tu continuo caminar hacia la muerte: nada.
Esta maravilla que es el no ser nada es lo que para los existencialistas constituye un factor generador de angustia: conforme vive, el ser humano consciente va descubriendo que no es nada, o que, como dicen muchos existencialistas, se va convirtiendo en nada, va agotando sus posibilidades de ser, se va acercando a la muerte.
El dualismo es la siguiente formula que la filosofía de occidente construye para librarte de la angustia de no ser nada: para salir de este atolladero postulas ahora que hay dos mundos, uno real y otro aparente. Uno esencial, inmutable, fuera del tiempo y del espacio, y otro mundo sujeto al tiempo y al espacio, aparente, mera sombra, maya inestable, cambiante e irreal.
Este mundo inmutable, esencial, es el mundo del espíritu, ese espíritu que no sólo es inmortal, eterno (fuera del tiempo), sino que tampoco ocupa un lugar en el espacio. El alma no ocupa lugar, y no hay límite para el número de almas (o espíritus, como se prefiera) que pueden viajar en el cuarto asiento del segundo vagón de un tren.
Dos mundos exigen dos seres humanos, uno irreal, mudable, sujeto al tiempo, corpóreo (es indudable que el cuerpo cambia), y otro ser humano real, inmutable, eterno, esencial, verdadero. Dos mundos exigen dos tús (te creías único?). Exigen cuerpo y alma. Cuerpo y alma unidos de manera inestable. Tan inestable que inevitablemente acabarán por separarse en la muerte.
En este invento tu verdadero ser es el alma, el otro es mera apariencia, como un sueño en una noche de pesadilla, o como un sueño de goce sin límite. Pero sea lo que sea que tú sueñes no convierte al sueño en vigilia, pues los sueños sueños son. Es un ser en el que estás encerrado, cárcel del alma. Una especie de fantasma del que tu alma eterna no puede escapar (por ahora, te dices a ti mismo). Es decir, tu ser verdadero está prisionero de tu ser falso, el único ser tú que realmente existe, tu alma, está encarcelada de ese tu que realmente no existe, que es mera apariencia, tu cuerpo. Tu verdadero ser es esclavo de la nada.
Sin embargo cristianos, musulmanes, y otros que no se cansan de afirmar que el cuerpo es una cárcel del alma tienden a conservar el cuerpo de los muertos, convenientemente enterrados en lugares donde los ponen a salvaguarda de la rapiña y de las alimañas. Si realmente lo consideraran cárcel del alma no tendrían ningún respeto por el cuerpo muerto. Qué prisionero conserva los barrotes y muros de su cárcel cuando ya se ha liberado de ella?. Y aún más, que prisionera desea quedarse más tiempo en la cárcel?. Que cristianos, musulmanes y judías no corran hacia el suicidio te pude hacer sospechar de la insinceridad de sus postulados.
El dualismo es hijo del miedo. Y es el lugar de las contradicciones sin límite:
Cómo el alma inmaterial puede estar encerrada en algo tan efímero e inestable como un cuerpo humano? Como algo eterno e inmaterial puede estar encadenado a algo sumamente cambiante y breve? De qué clase de hierro está hecho ese cuerpo que es capaz de impedir al espíritu que lo atraviese? Por la misma definición que se da de ambos, la materia no puede jamás y de ningún modo retener al espíritu, no puede ser su cárcel. Un alma o un ángel no pueden encerrarse dentro de una botella.
Además, cómo tu alma que no cambia, pues es inmutable por ser eterna, puede cambiar como resultado de tu experiencia que es cambiante y por ello es irreal e ilusoria? Y si tu alma no se puede afectar por el mundo de las sombras, para qué ha encarnado en un cuerpo?
O si piensas que tu alma puede cambiar, cómo es posible que sea inmutable? Y si cambia, cómo estás seguro que este cambio deja en sí mismo algo permanente? Hasta que punto cambia tu alma verdaderamente?
Y si tu verdadero ser que es el alma no puede aprender, porque no es posible el aprendizaje sin cambio, qué puñetas haces en el mundo de las sombras?
Más que decir que tu alma está encerrada en una cárcel-cuerpo efímero, habrías de decir que es un no-ser en el que tu alma está encerrado, pues solo tu verdadero ser, tu esencia, es; el cuerpo es irreal, no es real, no es: tu esencia real, lo que realmente es, está encerrado en tu no ser irreal, en el cuerpo (que realmente no es), en una mera sombra evanescente.
Ni siquiera puedes decir que tu verdadero ser está encerrado en un no-ser imaginario, en un sueño, pues imaginar es imposible para un ser inmutable, imaginar es ya cambiar.
Sin embargo descubrir tu nada te permite ser consciente de tu cambio, ser consciente de que estás siendo otro continuamente, de que puedes llegar a ser cualquier cosa. Solo la nada puede ser cualquier cosa. Lo que es algo está limitado por lo que es, condicionado, solo la nada es ilimitada. Como bien decía Hegel: “la nada no es el no ser de las cosas, sino el ser de las mismas”.
Por supuesto ni toda la filosofía ni todos los filósofos occidentales son esencialistas (sea idealistas o materialistas) o dualistas. Por citar dos ejemplos Ortega y Gaset afirmó una y otra vez que el ser humano no tiene esencia, sino historia; y Karl Marx dijo lo mismo de las sociedades históricas: no hay nada ninguna estructura o forma de relacionarse o de organizarse que corresponda por esencia a las sociedades humanas, las sociedades evolucionan, cambian de forma radical, se transforman, y con ellas las estructuras de las mismas, las formas de relación entre los humanos, la forma de organizarse, las instituciones que existen, la economía, etc. Fuera del terreno de la filosofía la biología, comenzando por Darwin y Lamarck, afirman que que las mismas especies biológicas tampoco permanecen, sino que están en continua transformación de una forma tan radical que desaparecen para aparecer otras muy diferentes, que se extinguen y surgen nuevas. Ya en la Grecia clásica decía Heráclito que todo cambia, nada permanece, lo único que siempre está es el cambio continuo e incesante de todo lo que existe.
Descubrir tu nada es descubrir tu libertad, tu ausencia de límites, tus infinitas posibilidades. Cuando descubres tu libertad has descubierto la puerta del camino real. La has atravesado.
Darte cuenta de que tu ser esencial es una construcción de tu miedo te hace libre, te permite caminar hacia la divinidad, ser la divinidad, ser cualquier cosa; te permite representar a la perfección cualquiera de tus personajes, pues ninguno de ellos interfiere en el papel que en este momento representas, por la sencilla razón de que ninguno de ellos eres tú, no puede ser tú, pues es un personaje y tú eres nada, y en la nada no es posible interferir.
Cuando eres consciente de tu ser nada, eres consciente de tu ausencia de límites.
En ese momento todo está a tu alcance.
Abu Fran, abdal.